Ministros ucranianos experimentan un renuevo
Este es un relato de primera mano de la misionera Crystal Gibbons sobre una semana de oración, enseñanza y aliento para los ministros del Distrito Ukraine.
Regresar a Ucrania tras dos largos años fuera fue un viaje agridulce. La ciudad de Lviv, rica en historia y resistencia, era una mezcla de alegría y tristeza. Cuando nuestro tren se alejó de la estación de Przemysl (Polonia) y se dirigió a la frontera, mi corazón se llenó de expectación e inquietud.
Mi marido, Chad, y yo —misioneros del Área Norte de Eurasia— habíamos llamado a Kiev nuestro hogar antes de la guerra; y estábamos ansiosos por volver. Nuestras amigas, Svitlana Kleschar (superintendente del Distrito Ukraine) y su hija, Zee Gimon, fueron de las primeras en saludarnos, retomando la conversación justo donde la habíamos dejado, como suelen hacer los amigos íntimos y los colegas. Poco después, empezaron a llegar pastores y líderes de toda Ucrania; ¡y hubo abrazos y lágrimas por doquier!
La reunión de Lviv fue significativa. El reverendo Chuck Sunberg, junto con otros líderes del Área Norte de Eurasia, había organizado una semana de oración, enseñanza y aliento para los pastores del Distrito Ukraine. Más que una reunión, fue un impulso vital para quienes habíamos quedado dispersos y marcados por el conflicto.
A lo largo de la semana, tuvimos devocionales por la mañana dirigidos por Sunberg. Sus enseñanzas nos desafiaron a seguir los pasos de los primeros discípulos de Jesús y a "sufrir bien" por el Reino. Este será el testimonio de la fidelidad de Dios al mundo.
Durante el día, paseamos por las calles adoquinadas de Lviv, una ciudad animada en la que es fácil sentir que todo ha vuelto a la normalidad. Normal, hasta que un solo trompetista hace que la ciudad se detenga, algunos de rodillas, en completo silencio. Los camiones llevan por las calles los cuerpos de los muertos en la guerra. Es un recordatorio de que bajo la superficie de esta hermosa ciudad se esconden el dolor y el trauma de un país en guerra.
Las tardes se llenaron de animadas conversaciones y de planificación para el futuro. Oramos fervientemente por el distrito, la iglesia, el país y entre nosotros. Los líderes compartieron su trayectoria; y sus palabras son testimonio del espíritu perdurable de la iglesia en Ucrania.
A punto de cerrar la semana, nos reunimos por última vez. Se palpaba una sensación de renuevo, un compromiso de reconstruirse y apoyarse mutuamente, así como al distrito y a sus líderes. Ungimos a cada pastor con aceite, dedicando tiempo a orar y a imponer las manos sobre cada uno de ellos.
Al subir al tren el viernes para cruzar de nuevo a Polonia, sentí un propósito renovado. Estos pastores no son sólo supervivientes de la guerra; sino portadores de una esperanza que sólo procede del Espíritu Santo. Son la luz en las tinieblas de sus comunidades; y son testimonio de seguidores de Cristo, decididos a sufrir bien por la gloria de Dios.
--Iglesia del Nazareno Eurasia.