Cambiemos nuestro enfoque
El bloqueo por COVID-19, así como las restricciones de viaje, han producido algunas consecuencias inesperadas que incluyen la disminución de la contaminación en todo el mundo. Un reciente artículo compartió la noticia de que después de muchas décadas, las personas en India repentinamente pueden ver el Himalaya nuevamente debido a la disminución significativa en la actividad de la industria moderna. ¡Imagínense lo que podría pasar por la mente de aquellos que habían escuchado del Himalaya pero que no habían vivido lo suficiente para poder disfrutar de su belleza como ahora pueden hacerlo!
Las montañas han estado allí por siempre, pero lo que faltaba era verlas. Se necesitó de una pausa en las actividades económicas y comerciales para que las personas se acercaran a algo real sin tener que mudarse de sus hogares.
¿Qué se necesita para que podamos experimentar a Dios de una manera en la que nunca antes lo habíamos hecho? Tal vez una pausa en nuestras idas y venidas; tal vez la forma en que repentinamente pareciera que el espacio afuera se expandió, mientras el espacio adentro de nuestros hogares se redujo. Tal vez tomarnos el tiempo para ponernos al día con los demás y escuchar historias a las que nunca les habíamos puesto atención en el pasado; quizás la intención de estudiar la palabra de Dios y escucharlo a Él en oración. Tal vez el redescubrimiento de los dones dentro de la familia; quizás ponernos a trabajar en ese proyecto que ha estado esperando por tanto tiempo; quizás incluso las limitaciones y frustraciones de la tecnología. A través de todo esto, de repente comenzamos a experimentar la presencia de Dios de una manera nueva y fresca.
En medio de los cambios en las últimas semanas, el poder de las palabras de este viejo himno nos hablan:
Maestro, la tempestad está furiosa
Las olas, las olas nos están meciendo
El cielo está oscurecido por la tempestad.
Sí lo está.
No hay ayuda por ninguna parte
Despierta Jesús
Los vientos y las olas obedecerán tu voluntad; que venga tu paz
Paz, paz que venga tu paz
Oh, la paz y la tranquilidad, la paz y la tranquilidad
No importa la tormenta
Ya sea la ira del mar
sacudido por la tormenta
O demonios u hombres o lo que sea
No hay mar que pueda hundir la barca
en la que él yace, el dueño del océano,
el cielo y la tierra.
Todos obedecen tiernamente tu voluntad
Paz, paz, que venga tu paz.
La autora, Mary Ann Baker, se inspiró en la historia del evangelio de Jesús cuando reprendió el viento en el mar de Galilea (Marcos 4:36-41). Ella reflexionó sobre una temporada personal de rebelión en la que experimentó la pérdida de sus padres y hermano a causa de la tuberculosis. Ella pensó que a Dios no le importaba que hubieran muerto o que ella tuviera un dolor personal. Un día escuchó la voz del Maestro en medio de su tormenta, y la calma que tanto necesitaba y experimentó a Dios de una nueva manera.
Es difícil pero no imposible cambiar nuestro enfoque de la tormenta COVID-19 a las cosas maravillosas que Dios continúa haciendo en medio de nosotros. Hay algunas señales poderosas de esta realidad porque, como pueblo, los nazarenos están utilizando su tiempo de estadía en el hogar para renovar las hermosas formas en que Dios ha estado obrando en nosotros. No solo eso, sino que estamos reconociendo las formas en que Dios está con nosotros, y podemos responder de maneras nuevas y diferentes. ¡Alabado sea el Señor! Que Dios nos ayude a verlo de maneras nuevas y a cambiar nuestro enfoque ya que las limitaciones que enfrentamos nos hacen descubrir nuevas posibilidades y formas de vivir en Su presencia.
Junta de Superintendentes Generales