Médico nazareno ayuda a combatir COVID-19 en Guatemala

Médico nazareno ayuda a combatir COVID-19 en Guatemala

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Iglesia del Nazareno Región Mesoamérica
| 15 Jul 2020
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Rene Rivas Guatamalan Doctor

p>René Rivas, un médico nazareno de Guatemala, comparte cómo el Señor le ha permitido servir a las familias pastorales, miembros de la iglesia y familias locales durante la cuarentena de COVID-19.

 

"La pandemia de COVID-19 ha cambiado nuestras vidas. Hemos rebasado la etapa en la que mirábamos las noticias y las cifras de contagios y defunciones, y decíamos está dura la situación en esos países”. Pero ahora estamos conviviendo con la pandemia, y entre esas cifras ya se cuentan personas conocidas, amigos, y quizás hasta miembros de nuestra familia; para los médicos, de pronto algunos de nuestros pacientes

Estar más tiempo en casa me ha permitido atender a más pacientes en mi clínica, así como tener más contacto con los pastores de mi distrito. Juntos coordinamos los planes de ayuda que hemos manejado para las familias pastorales, familias de las iglesias, así como para familias de las comunidades en donde nuestra iglesia ministra.

En las últimas semanas, los casos de personas contagiadas con el coronavirus en Guatemala han aumentado en forma acelerada, lo que ha ocasionado que familias de nuestras iglesias tengan ya entre sus miembros un número grande de contagios, y alrededor de cinco decesos. Como médico y como miembro de Ministerios Nazarenos de Compasión del Distrito Central de Guatemala, he estado pendiente de la salud de las familias pastorales y demás familias nazarenas.

Algunas personas me llaman todos los días o me escriben en WhatsApp para preguntar sobre sus síntomas. A otros les preocupa que hayan estado en contacto con personas infectadas. Hasta hace dos semanas, había referido seis pacientes para el examen correspondiente, de los cuales cuatro resultaron positivos para la enfermedad.

El primer paciente fue un hombre de edad avanzada, cuando se confirmó que estaba contagiado por el coronavirus, la familia muy preocupada me preguntó qué podían hacer. No querían llevarlo a un hospital nacional y tampoco tenían los recursos para pagar un hospital privado. Sabiendo que su confianza estaba puesta en Dios, les pregunté si también estaban dispuestos a confiar en mi persona como médico, y me dijeron que seguirían las instrucciones que yo les diera Con la fe puesta en Dios decidimos darle tratamiento en casa, y lo estuve monitoreando por teléfono y por vídeo llamadas para asegurarme que se le administraran los medicamentos de manera correcta.

Hace dos semanas, recibí una llamada de un paciente al que estaba monitoreando. Después de terminar el tratamiento y sentirme completamente bien, le dije que podía reunirse con su familia. Él comenzó a llorar y casi me hizo llorar a mí también. Los médicos nos sentimos contentos cuando vemos la recuperación completa de nuestros pacientes, pero esta vez fue algo tan especial que hizo sentirme tan agradecido con Dios por permitirme ser instrumento en sus manos.

Lo que hago con todos, es tratar de infundir confianza en ellos. Hay mucha incertidumbre y miedo porque piensan que van a morir. El número de pacientes y consultas han aumentado, y aparte de las recomendaciones médicas, algunas veces me ha tocado aconsejar en cuanto a otros problemas que afloran en ellos, consejería que correspondería a un profesional de la psicología.

También me ha tocado presentarles el plan de salvación a algunos que aún no tienen una relación personal con Dios, y recomendarles que se pongan completamente en las manos de Él.

No niego que yo también tengo miedo de contagiarme, o que suceda lo mismo con mi hija, una especialista que tiene contacto directo con los pacientes de COVID-19, algunos de ellos complicados, en la sala de intensivo del hospital donde ella trabaja. Tampoco quiero que ni ella ni yo seamos vía de contagio para el resto de la familia. En medio de todo, considero que debemos enfrentar la pandemia con fe, pero con sabiduría, debemos confiar en Dios, pero a la vez ser prudentes para no ser uno más de las cifras que a diario nos estresan.

Agradezco a Dios porque me dio la misión de estar con los que me necesitan. Por el momento no voy con los grupos médicos a las comunidades rurales, pero de alguna manera estoy siendo instrumento en sus manos, para dar seguimiento y consejo a pacientes que ni siquiera conozco personalmente Donde hay una necesidad y yo puedo ayudar, ahí quiero estar. Así es como entiendo el llamado de Dios en mi vida. Y ahora Dios quiere que esté aquí, ayudando a esta gente, aunque sea por teléfono.

--Iglesia del Nazareno Región Mesoamérica

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