Una comunidad de Sri Lanka rebosante de nueva vida
Durante 26 años, el sonido de disparos esporádicos y explosiones llenó el aire de una brutal guerra civil en Sri Lanka. Finalmente, el 18 de mayo de 2009 terminó el conflicto, marcando una nueva era de paz, reconciliación y desarrollo. Pero en un pequeño pueblo llamado Iruttumadu, la gente quedó con cicatrices de la guerra.
El pueblo estaba destruido en gran parte y la recuperación parecía imposible. Muchos de los aldeanos regresaban tras haber vivido desplazados por el conflicto durante años. Al reasentar a su comunidad, estos supervivientes de la guerra se enfrentaron a retos extremos en casi todos los ámbitos de su vida.
Iruttumadu es un pueblo aislado de la provincia del norte de Sri Lanka; y sus habitantes reciben escaso apoyo o ayuda del gobierno o de cualquier organismo humanitario. Dhitri*, miembro de la comunidad, explicó que sin trabajo no podrían reconstruir sus casas.
Ellos vivieron en viviendas provisionales durante años.
"En el pasado, antes de las últimas etapas de la guerra civil, era fácil vivir aquí... Después del reasentamiento, no tenemos nada", afirma Dhitri. "Si pudieras venir a ayudarnos ahora; aprenderemos a ayudarnos a nosotros mismos, y no necesitarás venir a ayudarnos otra vez".
El anhelo de Dhitri por reconstruir es compartido por muchos otros habitantes del pueblo. Junto con Ministerios Nazarenos de Compasión Lanka (MNC Lanka), la aldea puso en marcha un proyecto de cinco años (2017-2022) para ayudar a la comunidad a ser independiente y autosuficiente. Este proyecto pretendía devolver la esperanza y transformar vidas mediante un enfoque holístico y sostenible que equipara a sus miembros y fomentara la cooperación para satisfacer sus propias necesidades, proporcionando un entorno seguro y edificante para las generaciones futuras. Ahora, en la culminación del proyecto, la transformación es evidente.
Para muchos de los aldeanos, los niños eran, y son, una prioridad. Con el fin de la guerra, los niños pudieron crecer y prosperar en un nuevo entorno libre de traumas. Podrían vivir sin miedo. Chandra, miembro de la comunidad desde hace mucho tiempo, tiene seis hijos y seis nietos. Durante la guerra, su mujer enfermó y murió; porque no tenían acceso a un hospital. Él y los niños permanecieron en Iruttumadu hasta que terminó lo que quedaba de conflicto; pero incluso entonces, se vieron obligados a intentar buscarse la vida en otro lugar de Sri Lanka.
Lejos de Iruttumadu, tuvieron que vivir en un campo de desplazados. Finalmente, regresaron a la comunidad. Chandra dice que espera que el sufrimiento haya terminado y que sus nietos no tengan que pasar por lo mismo.
"Ya hemos sufrido bastante, pero mi mayor esperanza es que nuestros hijos no tengan que pasar por lo mismo", dijo Chandra.
En la escuela del pueblo, se abrió una rama del proyecto centrada en la infancia, con 88 niños. Ahora, después de cinco años, la educación de 207 niños, desde primaria hasta secundaria, ha mejorado notablemente. Los 278 niños de la aldea también viven en un entorno más seguro. Para empezar, MNC Lanka ayudó a contratar a cinco maestros de la aldea certificados por el gobierno y los formó en atención holística, que significa cuidar todos los aspectos de la vida de un niño. El programa, centrado en el cuidado de los niños, se centra en la atención espiritual, mental, educativa, nutricional y social. Los profesores incorporaron estrategias pedagógicas no tradicionales, como la enseñanza mediante juegos, a los métodos tradicionales. Esto tuvo un impacto positivo considerable en el rendimiento de cada niño. Además, el programa garantizaba que los niños pudieran alimentarse de forma saludable. Todas las tardes se servía un nutritivo almuerzo antes del inicio del programa. Esto ayudó enormemente a los padres.
Antes del nuevo proyecto, muchos niños abandonaban la escuela por la distancia que tenían que recorrer. MNC Lanka colaboró con Helping Hands y entregó 11 bicicletas a estudiantes para que prosigan sus estudios superiores. Hoy, los 11 alumnos se han graduado y han cedido las bicicletas a sus hermanos para que continúen sus estudios.
Además de la educación, el proyecto también hacía énfasis en reforzar y mejorar la seguridad de los niños de la aldea. La formación y las políticas se tradujeron a la lengua local, lo que permitió a los miembros de la comunidad crear espacios seguros para los niños y adquirir conocimientos sobre protección infantil. Luego, también podrían formar y apoyar a los padres para asegurarse de que disponen de las herramientas necesarias para proteger a sus hijos.
Este es un extracto de un artículo publicado anteriormente en NCM Magazine. Para leer la historia completa, haga clic aquí.